Autora: Carmen Sanz Valero de Sevilla
Lo dijeron ellas antes
No podía ver nada, pues, cual relámpagos, las imágenes de una vida pasada acudían a sus
párpados, cansados ya de luchar contra las lágrimas que se acumulaban, contra la escena
proyectada más allá de ellos. No eran más que unos muros que nada hacían contra los
incesantes impactos. Como una lluvia de pequeñas estocadas, su piel se abría con cada gota
plomiza del manantial, llevándose consigo una parte de sí misma. Se escuchaba un eco, un
murmullo lejano, una melodía ahogada por el latido desenfrenado de su propio corazón.
“Bruja” decían las voces. Fue entonces cuando sus labios se curvaron y una risa salió de
ellos. Si renunciar a su conocimiento científico la convertía en bruja, que así fuese. Y ahí, con
la piel al descubierto y la sangre manando de ella, yacía una de las primeras filósofas y
matemáticas de la historia; la mujer que dedicó su vida al estudio de la astronomía, el álgebra
y la geometría; la inventora del densímetro. “El que influye en el pensamiento de su tiempo,
influye en todos los momentos que le siguen. Deja su opinión para la eternidad” (Hipatia de
Alejandría).
Su mirada, aunque clavada en la pared, no repasaba las finas rendijas entre las piedras
ni el sobrio color de las mismas. En sus ojos se podía ver una luz tenue que, como una vela
consumida, se iba desvaneciendo y, con ella su vida. Una vida, sin embargo, marcada por la
valentía y la fuerza, una vida digna de admiración. De vez en cuando el silencio sepulcral que
envolvía su habitación del convento era quebrado por una trémula carcajada cada vez que
echaba la vista atrás, puesto que invocaba un reflejo de lo que fue, de aquellos días en los que
se vio inmersa en la querella de las mujeres. Al fin y al cabo, sus escritos y su trabajo,
firmados bajo su propio nombre, fueron capaces de mantener a su familia. Y ahí, con la
mirada perdida y los latidos contados, yacía la autora de esas obras en las que más que
palabras eran batallas que combatían la misoginia, esas que acabaron por convertirse en la
base de los manifiestos de movimiento feminista. “La excelencia o la inferioridad de los seres
no residen en sus cuerpos según el sexo, sino en la perfección de sus conductas o virtudes”
(Cristina de Pizán).
El humo azotaba su piel, el infierno se desataba a sus pies y ella, amarrada e inmóvil,
observaba impasible el espectáculo. El remolino caótico de llamas, humo, gritos y dolor
ocupaba un segundo plano ya que, en su cabeza, volvía a escuchar las voces, sus voces, esas
que la llevaron tan lejos, esas que lo empezaron todo, esas que supusieron su principio y
también su fin. Las llamas ardían de igual manera que su sangre ardía en el campo de batalla
y el fuego la devoraba ahora a ella del mismo modo que en un pasado devoró a sus enemigos.
Los mismos a los que ella condenó y venció ahora la condenaban a ella, mas no vencen, no a
ella al menos, no a la Doncella de Orleans, no a la que, enfundada en vestimenta masculina,
consiguió la aprobación de su monarca y reconquistó sus tierras. Y ahí, inmóvil y consumida
por las llamas, yacía la humilde, devota y rebelde heroína de Francia. “Mejor la integridad en
las llamas que sobrevivir en la imitación de la verdad. Si así lo deseáis llevaré de nuevo ropa
de mujer, pero en lo restante no cambiaré” (Juana de Arco).
Mary Wollstonecraft, educadora, filósofa y escritora, una vez dijo: “[…] una niña a
quien no se le haya apagado el espíritu por la inactividad o se le haya teñido la inocencia con
la falsa vergüenza siempre será traviesa […]”. Virginia Woolf, escritora y defensora de las
mujeres, una vez dijo: “No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad
de mi mente”. Flora Tristan, escritora, pensadora y feminista, una vez dijo: “En la escala del
amor, la mujer está unos peldaños por encima del hombre. El día en que el amor domine
sobre la violencia, la mujer será la reina del mundo”.
Son sus voces las que hacen historia, las que permiten convertir un pensamiento en un
movimiento, las que liberan, las que defienden, las que comprenden, las que luchan por las
mujeres olvidadas en la historia, por las palabras que son ocultadas y por las voces que son
acalladas. Lo dijeron ellas antes, pero ¿por qué callarnos ahora?