Primer premio:
Nombre del relato: Por la educación como derecho inalienable
Autora: Ana Fernández Ruiz
La habitación empezó a resonar con aplausos mientras subía los tres escalones necesarios para recibir el premio. A medida que daba un paso, surgían los recuerdos.
Primer escalón.
– Padre, ¿Por qué se nos somete a restricciones y limitaciones en cada paso que damos? ¿Por qué no tenemos acceso a la educación y a la oportunidad de seguir nuestros sueños? ¿Acaso no merecemos más que ser tratadas como simples objetos? Estoy harta de esta injusticia que nos ahoga a nosotras, las mujeres. Este régimen nos aplasta. Necesitamos un mundo donde nuestras voces sean escuchadas y nuestras vidas valoradas. Estoy lista para alzar la voz.
Sabía que su lucha por la educación había puesto un precio sobre su cabeza en cuanto abandonó su anonimato y empezó a hacer campaña pública a favor de la educación de las niñas junto a su padre, pero jamás imaginó que se enfrentaría a un intento de asesinato a sus 15 años.
Segundo escalón.
Despierto con la visión borrosa debido a las luces que me perforan el iris. No sé dónde estoy, solo siento una presión en la cabeza que me atormenta.
—Estás en el hospital. Has sufrido un disparo en la cabeza. Me comentó una mujer.
Llevo la mano a mi cabeza. No hay pelo en una determinada parte y siento el tirón de las grapas cerrando una herida. Me levanto de la camilla y lo primero que veo son las noticias, solo aparece mi cara en todas las pantallas, ¿me he convertido en un símbolo?
Tercer y último escalón
Noto como el autobús se para y veo todos los estudiantes aterrados por los talibanes. El sonido de los disparos resonando en mis oídos. Al instante de escuchar varios disparos siento un dolor punzante en la cabeza. La bala atraviesa mi cráneo. Pero, al mismo tiempo, emerge una sensación de determinación y esperanza que negará extinguirse.
Mi voz es un eco de resistencia que inspira a un futuro más justo para las mujeres. Apesar
del sufrimiento y los desafíos que he enfrentado a lo largo de mi vida, estoy decidida a continuar luchando por un mundo donde ninguna niña tenga que sentir miedo, por un mundo a favor del derecho a la educación. Lucharé incansablemente hasta conseguirlo.
Mi corazón sabe que este honor no es solo para mí, sino para todas las voces silenciadas, mujeres y niñas privadas de educación además de todas aquellas comunidades oprimidas que luchan continuamente por la paz y la justicia.
«Libraremos una gloriosa lucha contra el analfabetismo, la pobreza y el terrorismo;
tomaremos nuestros libros y lápices porque son las armas más poderosas». Soy, Malala
Yousafzai y mi voz es más fuerte que tu odio.
Segundo premio:
Nombre del relato: El secreto carmín
Autora: Natalia Ramos Pérez
Conforme camino hacia la plaza, los ojos que antes me ignoraban se clavan en mi nuca.
De pequeña asistía en silencio a los aquelarres que se celebraban en la cocina de nuestra casa.
Escuchaba anonadada a las mujeres hablar de sus pasiones, ambiciones y ansiada libertad. Poesía que se escribían unas a otras con sus manos delgadas de porcelana. Gritos de socorro, de rebelión… que alcanzaron mis oídos y ellas no volvieron a pronunciar.
Eran las mujeres del mañana. Afirmo que verdaderamente lo eran. Anacronismos en una época de ignorancia y mujeres calladas. Mas, en la utopía que idealizaban, eran libres. Una era médica, otra música, otra viajaba por el mundo y nunca regresaba. Yo, escribía.
Hoy me estremezco al figurarme que sus sueños no se realizarán nunca.
A los 6 años me enseñaron a leer, a guiarme por las estrellas. Compartieron conmigo sus recetas indefectibles, capaces de curar cualquier dolor. Algunos dirán que me convirtieron en una bruja. Pero nuestros cantos y risas eran indeleblemente mundanos.
Éramos felices, pero de la noche a la mañana, algún vecino indiscreto hizo pública nuestra pequeña convención. Y las mujeres, ahora vulnerables y descubiertas, no tenían dónde huir…
Las brujas leyeron todas las viejas poesías, bailaron en tacones y bebieron licor hasta el amanecer. La utopía se desmoronaba. Es el final de las mujeres del mañana.
Conforme ha asomado hoy el sol la muchedumbre enfurecida ha entrado en casa. Arrasando los recuerdos, las noches que pasamos, todas las cartas de promesas e ilusiones.
Levanto la vista para verlas exhibidas desnudas en la plaza. Culpables, sólo de pensar y creer. Han convertido sus muertes en un espectáculo y su causa en un motivo cómico.
Mi madre me mira desde su altar de muerte y sonríe. ¿Cómo puede sonreír?
A su lado, la mujer que me enseñó a leer. Solía acomodar sobre sus hombros su hermosa melena rizada.
La adoraba y ahora… Ahora llora, porque ni siquiera le han dejado eso.
La viajera, con el ceño fruncido, piensa en todos aquellos lugares que no visitó y en los días que no vivió. En los asesinos y violadores que vivirán para quemar a las siguientes brujas.
Hay una niña de quince años. Una niña que tiene dos hijos que gritan desde abajo: <<muerte a las brujas>>. El padre, al que ella dedicó tantos poemas, impasible.
La mujer que hubiera salvado mil vidas con sus medicinas, entierra con ella los conocimientos que nadie más descubrirá. En sus ojos no hay miedo, mas decepción…
La música es la que más llora. Llora tanto que casi la puedo escuchar sobre el griterío de la multitud.
Más que llorar, chilla. Su dulce voz se quiebra al su garganta morir con el llanto. La música de su corazón deja de latir e ignoran la balada que el viento silba para ella.
En una nube de fuego, mueren las mujeres que se atrevieron a soñar.
Las miradas inhumanas que observan sus cuerpos retorcerse descubren su agonía y aun así tiran piedras, insultan su dignidad, su sexualidad y:
– ¡Brujas!
Yo fui una vez una mujer del mañana. Sé que si ellas eran brujas, entonces las brujas son más humanas que los hombres. Sé que sus gritos en la hoguera, sus ojos de desesperación, su lucha… sé que eso es humano también.
Las mujeres del mañana son hoy brujas de carmín. En la misma casa donde ellas susurraron en la clandestinidad reúno esta noche a nuevas brujas. Brujas que escribirán en tinta roja para recordar a las primeras.
Tercer premio:
Nombre del relato: Mamá, te echo de menos
Autora: Natalia de la Calle Bueno
16/02/2011
Cada día me siento menos yo misma. Realmente no se cuando empecé a desaparecer, pero hoy ya apenas existo. Siento como me desvanezco cada vez que me toca, y aunque él pare, yo no paro de sentirlo.
17/02/2011
No entiendo por qué el hombre que alguna vez amé ha hecho de mi vida un infierno. Una
prisión de la cual no puedo escapar.
Sus palabras todavía resuenan en mis oídos como un eco constante, no son solo las cicatrices visibles las que duelen, ¿las internas también se curan con el tiempo?
La cárcel que es mi hogar se cierra aún más, y yo, con cada paso, voy dejando atrás trozos de mi identidad y dignidad.
18/02/2011
Fuera, donde desde pequeña he estado sometida a expectativas, las cosas no son mucho
mejores. Los estándares me envuelven como cadenas invisibles, apretándose con cada mirada desaprobadora. Mi existencia son simples expectativas impuestas por una sociedad que no conoce mis lágrimas y sufrimiento. Tantos roles que debo interpretar, tantos vacíos que debo llenar, pero todos son guiones que no me representan, que hacen que mi voz se desvanezca.
¿Qué sentido tiene todo?
19/02/2011
Hoy, el diario se siente más pesado. Como si las páginas fueran el reflejo tangible de mi carga.
Siento que la tinta de esta pluma es la única capaz de liberar las palabras atrapadas en mi
garganta, son todas esas lágrimas que no puedo derramar.
***
– Sara cierra el diario de su madre – ya no hay, ni habrá, más páginas. Le cuesta respirar. Tiene la visión nublada, no puede parar de llorar. La echa mucho de menos. Sobre la mesa, bajo la tenue luz de una lámpara, un periódico publica en su portada el caso de una mujer de 42 años hallada muerta en su casa, su marido detenido, y la hija a la espera de custodia. Todo encabezado por un “Se vuelve a perder la vida de una mujer a manos de su marido”.
***
Es agotador ver a tantas mujeres, con tanto potencial, desgastarse simplemente para ser
valoradas y queridas por lo que son.
Me destroza la realidad de la sociedad en la que vivimos. Porque una parte de mí muere con cada noticia de feminicidio, porque tengo la sensación de que todo está incompleto, y lo está, porque faltan palabras, porque no estamos todas.
Luego se extrañan de que luchemos unidas y gritemos al unísono que nos queremos vivas. Pero nosotras extrañamos poder caminar solas por la calle, extrañamos sentirnos seguras hasta en nuestro hogar y, sobre todo, extrañamos no tener que derramar lágrimas por las que ya no están, porque nos las arrebataron.
Por las que viven y han vivido en este mundo. Por todas.