Autora: María Montalvá Sanjuán de Alzira, Valencia, España.
LA ROSA ENTENDIÓ, ¿Y TÚ?
“— Te amo — dijo El Principito…
— Yo también te quiero — dijo La Rosa.
— No es lo mismo — respondió él… — Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía… Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.”
Victoria, yo sí te creo. No quiero detalles, no quiero lugar, no quiero pruebas, no quiero saber quién, ni cuándo, ni mucho menos cómo. No quiero saberlo, quiero justicia.
Tú amabas tu cuerpo, tu libertad y tu tranquilidad. Tú amabas tu salud mental, de la que ahora careces. Tú amabas tus sueños profundos, que se han convertido en la repetición de la misma escena una, y otra, y otra vez. Él tan solo quería apaciguar sus deseos momentáneos.
Carla, yo sí te creo. Después de cada mensaje, cada amenaza, cada llanto, golpe o desprecio. Después de levantarte y volverte a caer. Después del infierno, quiero justicia.
Tú amabas salir de fiesta sin hora de vuelta. Amabas quedar con tus amigos sin sentirte culpable. Y amabas poder bailar en cada fiesta sin tener que dar explicaciones. Tú amabas las faldas cortas, y los escotes pronunciados. Amabas tú cuerpo, sin heridas, sin hematomas. Él te decía que te quería, y quizás era cierto, quería arrebatarte la libertad.
Sandra, yo sí te creo. Te he escuchado en cada llamada, he escuchado tu voz quebrada, tus pasos acelerados y los comentarios de fondo. Lo he escuchado y quiero justicia.
Tú amabas ponerte los auriculares de camino a casa. Amabas pasear tranquila observando la luna. Tú amabas ir por los callejones para llegar antes, y que tu única preocupación fuese el dolor de tus pies por culpa de los tacones. Él solo quería darte miedo o quizás algo más, quién sabe si no hubieses salido corriendo.
No hablaré con tapujos, no tengo miedo, o por lo menos ya no. A mi amiga Victoria la violaron el pasado septiembre. Mi amiga Carla lleva dos años y medio en una relación tóxica. Y mi amiga Sandra me llama todos los sábados de camino a casa por miedo. Y no, no es una historia más, es la cruda realidad. Son mis amigas, pero podría haber sido yo, podrías haber sido tú o podríamos haber sido cada una de nosotras.
Todas mis amigas amaban su vida, un amor a aquellas cosas cotidianas que se desvaneció por los caprichos de algunos individuos. Y es que hay una clara diferencia entre amar y querer. Una clara diferencia entre un comúnmente llamado «príncipe» y el principito.
La Rosa entendió, entendió que el amor es un sentimiento desinteresado. Entendió que todo el mundo debía hacer aquello que amase sin que nadie tuviese el derecho de arrebatárselo. Entendió que el amor no duele.
“—Ahora lo entiendo —contestó ella después de una larga pausa.
—Es mejor vivirlo —le aconsejó el Principito”