Fue una mujer inteligente y culta.

Terminó el bachillerato antes de la guerra en el Instituto de la Cava.

Su proyecto de ir a la Universidad se vio interrumpida por la guerra y por la muerte de su padre en 1937, ese mismo año comenzó a trabajar.

Entró como funcionaria en el Ayuntamiento y después de la guerra lo siguió siendo en Correos.

Su afición a la lectura y al teatro la llevaron a participar en compañías de aficionados, intervino en la representación de Nuestra Natacha de Alejandro Casona, en el teatro García Lorca, junto a más jóvenes, pero fue con su actuación en Cesarión en los años 40, cuando demostró sus dotes para la interpretación.

Sin duda Rosario Guevara fue de las lorquinas pioneras en el trabajo y en la ruptura de los moldes existentes.